Una antigua casona, muy bien conservada, fue impecablemente restaurada para dar vida al lujoso restaurant Saint Lambert.
Tras
una auténtica fachada de porte señorial, típica de principios del siglo
XX, una antigua casona, recupera su esplendor para dar vida al
restaurant Saint Lambert, donde el comer se entiende como una actividad
epicúrea de los tiempos presentes. Esta magnífica residencia,
ubicada en la esquina de 9 y 51 de la ciudad de La
Plata, semeja a una cápsula de atesorados recuerdos y pasiones
diversas, donde se conjugan arte, historia y comida. Un balance
perfecto entre cocina, ambientación y servicio.
Construida en 1913 por la familia Lupari, esta casa de los albores de
siglo, muy bien conservada, a pesar del desgaste y fatiga propia de los
materiales de la época, vivenció en su interior una restauración
impecable.
La obra apuntó a la recuperación de su esplendor perdido, de un tiempo
en el que arquitectónicamente reinaba la solidez, el europeismo y los
materiales sobresalientes.En sus años mozos, esta soberbia casona gozaba de cinco espaciosas
estancias y lucía una caja tradicional de la época que la vió nacer.Aunque se conservaron y recuperaron marcas de estilo de este elegante
inmueble, algunos recintos desaparecieron o mutaron.En efecto, la casa se fue adaptando al ritmo espacial de las
necesidades de un moderno restaurant, sin que el resultado perdiese su
identidad original. Se limpiaron las maderas de las boisseries y las
carpinterías de las esculturales y no menos bellas, puertas y ventanas,
conformadas por tradicionales paños de vidrio partido, delicadamente
biselados.Los pisos de madera, de casi cien años de antigüedad, fueron reciclados
y, otros, restaurados, para rescatar la nobleza de sus maderas,
capitalizando, de esta manera, su encanto de antaño.Los pisos revestidos en mármol, si bien son nuevos, son los que se
usaban en aquella época, como por ejemplo, el mármol de Carrara –
Italia, que viste el hall de acceso y la recepción.Se mantuvo la casi doble altura de los techos y se revitalizaron las
estilizadas molduras en las paredes. Todos los cielorrasos de las áreas
públicas se transformaron en bellas y coloridas obras de arte donde un
artista plástico plasmó su genialidad pictórica, inclusive en los
cuartos de baño, con temáticas diferentes. Una tormenta celestial, en
el de caballeros y un prístino amanecer, en el de las damas.La casa ya contaba con un ascensor, un Otis, una verdadera reliquia.
Pero para optimizar el acceso a los actuales niveles del restaurant –
subsuelo, planta baja y primer piso -, se le adicionó uno más, que
dialoga armoniosamente con el resto de la ambientación.La cocina, lugar de secretas y apetitosas alquimias, es de última
generación. Su equipamiento gastronómico, ultra moderno, coexiste en
perfecto equilibrio estético con el revestimiento del piso y de las
paredes, copia fiel de los originales de este ámbito.
Cabe destacar, que esta exquisita residencia, ha sido pensada sin barreras arquitectónicas. Un solar donde toda persona con problemas de movilidad física, puede
acceder y desplazarse sin inconvenientes por todo el restaurant.El ascensor, accesible para personas con discapacidades motoras, llega
hasta los cuartos de baño y, cada uno de éstos, tiene un recinto de uso
exclusivo.Apenas se traspasa la puerta principal, con notas à l’art déco, una
impactante araña de centellantes caireles de cristal, brilla como un
etéreo surtidor de luz, potenciando la belleza del antiguo zaguán.Un soplo cálido de comienzos del siglo pasado, va recorriendo cada una
de las más que elegantes y lujosas estancias del restaurant, mientras
circulan las magistrales creaciones del Chef y el embriagador aroma de
excelentes vinos.Tanto en la planta baja como en el primer piso, se eligió acertadamente
una ambientación cálida, serena e íntima. Se buscó jugar con la
imaginación a través de una suave iluminación, la gama de los marrones
y los cremas, el selecto mobiliario y objetos decorativos que aportan
un touch nostálgico. Estampas del pasado, pero que también, permiten la
adaptación cabal de las necesidades y rutinas actuales.En sus salones íntimos y privados, para diez y seis comensales, el mozo
únicamente entra, cuando se lo solicita por control remoto.
Las paredes, no sólo por sus bellas molduras engalanan cada recinto
sino, también, por las variadas obras de arte que se exponen en ellas:
pinturas y gráficos en lápiz, con certificado de autenticidad, de los
grandes maestros de la historia del arte, como Picasso, Miró y
Rembrandt, entre otros.
Las cavas, automáticas las dos, resguardan celosamente, como almas del
dios Baco, una variedad exquisita de selectos vinos importados y,
obviamente, los mejores vinos nacionales.
De pronto, casi como susurrando al oído, se escucha decir: “Si gustan,
pueden pasar a la mesa…”, donde todo esta fantásticamente preparado
para dejarse llevar por la seducción de amenas noches de conversación y
delicadezas culinarias, en un tiempo donde comienza a sonar la última
coda de comienzos del siglo XX.
Dirección y teléfono de Restaurante Saint Lambert La Plata